sábado, 30 de junio de 2018

Los Talleres Caseros de la Cía. de Tranvías Anglo Argentina en 1910



    A continuación transcribo una extensa e interesante descripción que hace el diario La Nación en el año 1910 de los talleres Caseros del Anglo Argentino. El artículo nos brinda detalles sobre el trabajo en estos míticos talleres porteños, algunos de ellos sorprendentes; por ejemplo, por la época, creo que todos hubiéramos creído que las adornadas bases de fundición de las columnas del cableado eran importadas; pero no, se fabricaban aquí. Pero vayamos al escrito:

Compañía de Tranvías Anglo Argentina. 

      "La gente ve circular los coches, y aún cuando alguien sospecha que para la conservación de tan enorme material son necesarias instalaciones de indudable importancia, es seguro que muy pocas alcanzan a darse cuenta de la verdadera magnitud de aquellas. Así, al ocuparnos del Anglo Argentino, quisimos visitar los talleres de la calle Caseros, que son los principales. Confesamos que la impresión recibida en el curso de la visita no pudo ser más satisfactoria. Establecidos hace tiempo en la precitada calle, entre las de Pichincha y Matheu, adquirieron al producirse la fusión una importancia impuesta por las enormes necesidades de la empresa. No ocupaban en un principio la extensión actual, pero cuando la atención de la compañía tuvo que extenderse a los materiales de las líneas incorporadas, pronto se vio que era necesario pensar en ampliaciones inmediatas. Las esquinas de las calles circunvecinas vinieron de este modo a ensanchar considerablemente el área de que se disponía, y entonces fue posible construir nuevos galpones y algunas dependencias que habrían de llenar una necesidad sentida desde hacía tiempo.

Ingreso a los talleres en la esquina de avenida Caseros y Pichincha. Obsérvese el descenso brusco de la línea aérea que responde a la baja altura del galpón.

      En la actualidad los talleres ocupan una manzana de tierra. En esta vasta extensión se levantan catorce grandes galpones. Ni un solo metro de terreno ha sido desperdiciado. En todo momento solo se ha tenido en vista el lado práctico de las instalaciones, y esto mismo se advierte en la sencillez de todas las construcciones, sencillez que, no obstante, no ha impedido pensar que era necesario dotar a todos los talleres de aire y luz en abundancia.
      Trabajan en estos talleres más de 1000 obreros de distintos ramos. Con este dato, y conocidas la extensión de las instalaciones, demás estaría cuanto se dijese para esa enorme sección del complejo mecanismo del Anglo Argentino. Hemos decir, sin embargo, que vale la pena hacer una visita a ese local. No solo es interesante por la considerable labor que allí se lleva a cabo sino también por la naturaleza de la obra de algunos talleres. De todos modos, lo indudable es que todos ellos, aun los más insignificantes, permiten advertir un acentuado espíritu de progreso. Son, en una palabra, un honor para la capital, y aun para el país. Tal fue la impresión que nos dejó una rápida visita, en la cual el Ingeniero Walther, subgerente e ingeniero de la empresa, fue amable “cicerone”.
      Entrando nos encontramos en primer término con una pequeña dependencia situada a la derecha del callejón que nos conduce a los talleres. Es el cuarto de distribución de energía y luz eléctrica. Se ve allí un gran tablero repleto de manivelas que corresponden a otras tantas secciones del vasto local. Cada taller, cada dependencia, tiene su servicio independiente. Los capataces son los encargados de dar corriente a sus máquinas y de interrumpirla cuando se ha terminado la faena. De este modo es posible ejercer un contralor perfecto en un rubro de no escasa importancia, que cada mes insume una suma considerable.
      Una ojeada y adelante. Contiguos a ese pequeño local están los depósitos de materiales diversos. Son galpones que aparecen repletos de mercancías. En uno se amontonan infinidad de artículos que más tarde han de ser transformados en los talleres. En otro se ven grandes pilas de maderas de múltiples clases, que se utilizan, principalmente, en la reparación de los coches. En un tercer depósito se almacenas los metales, bronce, hierro, acero, estaño, etc., materiales de uso constante en las diversas dependencias de la importante instalación. En esta parte el visitante no tiene mucho que ver. Empero, sirve para prepararlo, dándole una idea de los que va a visitar muy luego.
      Salimos de los depósitos y pasamos al taller en que son reparados los controllers, esas cajas que se ven en las plataformas y que manejan los motormen, poniendo en movimiento o deteniendo el motor. Son aparatos extremadamente complicados, de difícil arreglo, y la tarea exige la intervención de operarios hábiles. Aun así es preciso trabajar con un plano delante, pues la cantidad de conexiones es enorme y la más pequeña falla basta para que el aparato deje de funcionar. Hay siempre en ese taller un crecido número de controllers y en él trabajan unos veinte obreros.
      Frente a ese local está la herrería. En hileras, aprovechándose el espacio cuanto es posible, aparecen no menos de 28 fraguas. La ventilación de todas ellas, naturalmente, mecánica. Se advierte aquí como en las demás dependencias de los talleres, la tendencia a simplificar la tarea del operario, lo cual se traduce en un apreciable ahorro de tiempo. Así, en el centro de este local, se ve un martillo mecánico, sencillo pero interesante en su funcionamiento, que suprime casi totalmente la pesada tarea en la bigornia. Las varillas de hierro que se utilizan para asegurar los rieles la distancia requerida por la trocha de los coches, salen brutas de la fragua y en un instante el pesado e isócrono golpear del martillo enorme las deja en condiciones de ser utilizadas. En un extremo de ese taller hay un crisol de fundición para estañar las piezas que requieren esta operación, y que por cierto no son pocas.

Fraguas

      Llegamos a uno de los talleres más interesantes: el de los motores. Por todos lados aparecen bobinas quemadas. No es frecuente que el público se encuentre en el transe desagradable de sufrir una demora más o menos considerable y de tener que cambiar de coche. Sin embargo, esto ocurre en determinados días y en ciertas líneas que corren por calles de mal desagüe. No obstante los grandes perfeccionamientos realizados en la construcción de los motores, todavía no ha sido posible conseguir que estos sean insensibles a la acción del agua. En virtud de esto sucede a veces que una lluvia copiosa embalsa el agua en una calle, en cantidad tal, que llega hasta las plataformas. Como es natural, en semejante contingencia el motor queda sumergido y entonces es cuando la acción del agua lo inutiliza.
      Dentro del mismo taller la labor está distribuida en varias secciones. En la fabricación de los campos de los motores se utilizan alambres viejos, abriéndolos y recubriéndolos con aislador mediante una pequeña máquina ideada por el ingeniero Walther. Con esto se realiza una importante economía. En esa misma dependencia de los talleres hay varias estufas secadoras para el material sometido al aislamiento. Es de advertir que las secciones de las armaduras y las juntas son hechas con máquinas construidas también allí. Existen dos aparatos para probar los motores una vez arreglados, a fin de establecer la perfección de su funcionamiento. Generalmente los motores funcionan con una corriente de 25 amperios. En esos aparatos se los prueba con una fuerza de 50 amperios, de modo que cuando salen del taller existe la seguridad de que a menos que sobrevengan contingencias imprevistas, los motores trabajarán perfectamente.

Taller de electricistas

      Pasamos a los altos de la herrería. Funciona allí el taller de trabajos en bronce. Son máquinas pequeñas, pero revisten no poco interés, aun para el profano, por la perfección del trabajo que realizan. Por ejemplo, hay varias cuya única misión es hacer tornillos. Tienen tres brazos que accionan a manera de pequeños tornos, y que van reemplazándose en el trabajo. Avanza primero uno de esos brazos y redondea, dándole el diámetro necesario, la parte en que ha de ir la rosca. Otro fabrica esta parte y el último corta la pieza a tiempo que forma la cabeza del tornillo. En ese mismo taller se hacen los cables para los motores de los frenos de los tranvías acoplados, máquinas para expender boletas (sic), suspensores de cables, troles de un nuevo sistema de lubricación (sic) ideado por la dirección de los talleres, cabezas para troles, interruptores automáticos para coches y para la red, etc. En realidad se fabrica allí cuanta pieza es necesaria en un motor de tranvía y en sus anexos.
      Descendemos de ese taller, cuya visita es realmente interesante para cualquiera, y de paso vemos el de niquelado, que se encuentra ubicado junto a la fragua. Hay en esa dependencia, que es la más reducida de toda la fábrica, varios recipientes para niquelar por medio de la galvanoplastía, y máquinas para pulir.
      Pasamos enseguida a la fundición, vasto local que se presenta repleto de moldes por todas partes, y que constituye una instalación de primer orden en su género. Trabajan en esa sección numerosos operarios, lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta la gran cantidad de piezas que se elaboran. La sección de hierro cuenta con tres hornos. La de bronce tiene cuatro. Es de advertir que los siete hornos han sido modificados en los mismos talleres, sometiéndoseles a una transformación ideada por el ingeniero Walther, la cual ha dado en la práctica inmejorables resultados. En efecto, ahora esos hornos tienen sobre sus similares la ventaja de que pueden ser cargados en cualquier momento sin interrumpir la labor un solo instante. Es posible, pues, trabajar día y noche sin la menor interrupción, y este detalle, que no se encuentra en los hornos de los sistemas corrientes, significa un considerable ahorro de tiempo. Actualmente se trabajan por mes, término medio, 60.000 kilos de hierro y 20.000 de bronce, y estas cantidades bastan para dar una idea de la importancia de la labor de esta sección. Por si en este sentido no bastase tal detalle, media una labor delicada y difícil, ejecutada con extraordinaria perfección. Se funden piezas de todo género, desde las más delicadas hasta los pies de las columnas que se emplean para sostener los cables. Hay dos máquinas para hacer moldes, y esto permite dar a los trabajos una uniformidad absoluta e indispensable. Allí se fundían también, hasta hace poco, las planchas para los cruces de las vías, según el nuevo sistema empleado por la empresa y que tan buenos resultados ha dado. Ahora esta parte de la obra de fundición se realiza en los talleres Vail, de la calle Carlos Calvo.
      Recorridas estas dependencias nos hallamos en un enorme galpón, en uno de cuyos ángulos varios muchachos se ocupan de aislar las secciones de los motores de los coches. Al lado, llenando un dilatado espacio, se ven tranvías en reparación. Es una de las carpinterías destinadas a componer los vehículos, ya por haber sufrido desperfectos en el tráfico, ya por exigirlo así el largo uso del coche. Algunas de las reparaciones son realmente importantes, pues equivalen a construcciones totales.
      A un lado, ocupando una pequeña construcción especial, está el depósito de herramientas, clasificadas todas en casilleros. Cuando un operario necesita una, la recibe a cambio de una chapa con su respectivo número de orden, que queda allí. De esta manera se sabe en cualquier momento quien es el que tiene en uso esa pieza, y este detalle, que a primera vista se diría que carece de importancia, es de una utilidad probada en la práctica, pues muchas herramientas son costosas y solo tienen aplicación en determinadas tareas. En esa misma dependencia existe una valiosa colección de matrices para calados. Esta presta grandes servicios, ya que por medio de estas piezas, cuya construcción esmeradísima está a cargo de operarios especiales, es posible preparar de un solo golpe, sin necesidad de ninguna operación ulterior, planchas de hasta un centímetro de espesor, de formas caprichosas y con diversas perforaciones, que antes exigían una serie de operaciones tan largas como fatigosas. En nuestra visita a los talleres vimos algunas de esas matrices que son verdaderas obras de arte de la mecánica. Una de ellas es utilizada para cortar las chapas laterales de las maquinitas de expender boletos. Daba al metal la forma requerida sin variar ni un solo décimo de milímetro en ningún caso, y hacía, de paso, varias perforaciones que por los procedimientos comunes habría sido necesario ejecutar con punzonadoras, empleando en la tarea un tiempo considerable.
      Pasamos luego al taller mecánico, amplio local en donde se produce una labor vasta. Hay allí dos secciones: la de bancos y la de máquinas. En la primera se ejecutan piezas que por su naturaleza excluyen la intervención mecánica a cierta altura de la construcción. En la segunda funcionan diversas máquinas cortadoras, punzonadoras, etc. En un anexo está instalado un taller que podríamos decir selecto, donde se hacen las matrices á que ya nos hemos referido y donde se fabrican, además, herramientas finas y utensilios para las máquinas ideadas en los talleres, para las cuales no existen, como es natural, piezas de repuesto en plaza. En este anexo trabajan operarios de una habilidad no superada por los de ningún otro taller  del país. Si no habláramos de obreros y , por lo tanto, de algo que por principio excluye toda diferencia de clases, podríamos decir que esa sección constituye la aristocracia de los talleres del Anglo Argentino.
      La carpintería propiamente dicha incluye dos grandes secciones: la mecánica y la de bancos. Ocupa la primera la planta baja de un extenso galpón, que aparece lleno de maquinarias. Se ven en plena labor sierras circulares y sin fin, cepilladoras, escopladoras, etc. Las diversas piezas que en cada caso se necesitan para la reparación de un coche son preparadas allí, de suerte que la labor de los carpinteros dedicados a esa faena resulta simplificada, y por lo tanto mucho más rápida. Hay una pequeña máquina, muy ingeniosa por cierto, para la fabricación de persianas de coches, que hace el trabajo de muchos hombres sin más personal que un operario.

Carpintería a mano

      En el piso alto se encuentra instalada, según lo hemos dicho, la carpintería de bancos, donde se arman las diversas piezas que prepara la carpintería mecánica. Las ventanas, las puertas, los asientos, todo es preparado allí, quedando listo para ser colocado en el coche respectivo. Para dar una idea de la importancia de ese taller bastará decir que en el momento de nuestra visita se estaba trabajando en la reparación de una visera de plataforma que había quedada destrozada en un choque.
      Junto a la carpintería de bancos hay tres anexos de no escasa importancia dentro del vasto taller: la hojalatería, la sección de compostura de asientos y cortinas, y la talabartería. La segunda de estas dependencias, especialmente, tiene un trabajo considerable. A pesar de nuestra decantada cultura, casi no hay día en que no aparezcan asientos de esterilla cortados con cuchillos que sin duda esgrimen individuos de un nivel moral exageradamente bajo. En ese taller son reparadas las averías, quedando los bancos como nuevos. Otro tanto sucede con las cortinas con las que el público se muestra descuidado hasta lo increíble.
      La talabartería reviste también bastante importancia. Las correas de los timbres de los coches, las piezas para sujetar las cortinas y los cables que transmiten la corriente a los frenos de los acoplados, y que, como se habrá observado, van cuidadosamente recubiertos, dan trabajo abundante a esta sección.

Talabartería

     Hay, además de los enunciados, otros galpones destinados a diversos usos. En uno de ellos los coches son levantados por medio de gatos para poner al descubierto el bogey (sic) y reparar el motor. En otros, es todavía la labor de reparar los vehículos que se hallan en condiciones deficientes de conservación. En todos estos galpones se ven bajo las vías grandes fosos para facilitar la tarea de los obreros cuando se trata de trabajar en la parte que rodea a los aparatos propulsores.

Compostura de coches

      El museo de modelos, instalado en una de las secciones altas, es otra dependencia interesante. Está allí el archivo de los planos y el muestrario de las innumerables piezas que existen depositadas en los almacenes. Cada cosa tiene su número de orden, de modo que basta enunciar este para que aquellos lo remitan.
      Por último, en la entrada del gran patio está la abertura del sótano donde se guardan los inflamables.
      Toda la enorme instalación es movida con electricidad. El servicio de incendio ha sido, como correspondía  tratándose de talleres de tanta magnitud, cuidadosamente establecido. Cada dependencia tiene diversas bocas de incendio, alimentadas por un gran estanque de cemento armado obra del ingeniero Walther, y que se halla situado sobre el galpón de la carpintería. Es estanque tiene capacidad para unos 100.000 litros de agua.
      Tales son los talleres de la calle Caseros, de los cuales puede decirse que en su género son los más importantes de Sudamérica".

Marcelo Pablo Scévola (transcripción)

Fuente: Anuario La Nación 1910 (colección del autor)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario