En esta
oportunidad les comparto un artículo aparecido en El Riel Porteño n° 7 del mes
de febrero de 1926. Esta revista era publicada por la Compañía de Tranvías
Anglo Argentina de Buenos Aires y, lamentablemente, la mayoría de las notas que
en ella aparecen se refieren a la vida social. Aún así, de tanto en tanto puede
encontrarse algún escrito dedicado al tema tranviario como el que transcribo
a continuación sobre trabajos realizados en las vías. Debemos tener en cuenta que para 1926 el electrodo era un invento que tenía solo unos pocos años de antigüedad, de ahí que la revista muestre a estos trabajos como símbolo de modernidad.
Los trabajos de soldadura eléctrica en el Anglo
La
propiedad que poseen los hierros y aceros de soldarse cuando las partes a
quedar unidas se elevan a temperaturas determinadas, llamada “al blanco
soldante”, es conocida desde la más remota antigüedad: el herrero y su fragua
han sido familiares en todas las épocas históricas y su noble oficio ha sido y
es siempre ejemplo de laboriosidad y bonhomía. ¡En cuántas y cuántas
generaciones los niños habrán pasado horas enteras viendo con sorpresa el
candente metal tomar toda clase de formas conocidas bajo los golpes del
martillo, mirando con respetuoso temor y admiración la labor del buen herrero!
Niño u hombre comprende instintivamente que hay en la soldadura de los metales
una propiedad de la más extraordinaria importancia y una fuente inagotable de
aplicaciones.
Esta
soldadura a la fragua, hecha en pequeña o grande escala, presenta los
siguientes inconvenientes: 1°, necesidad de calentar una gran parte de las
piezas a unir, de donde se derivan deformaciones y trabajos suplementarios para
corregirlas; 2°, gran cantidad de calor perdido y 3°, inseguridad en el éxito y
dificultad en el control. No solo para remediar esos defectos, sino también
para adquirir más independencia de acción y movimientos, se han inventado los
procedimientos más perfeccionados de soldadura llamada “autógena”. Mediante
llamas de alta temperatura dirigidas exactamente al punto de unión, se llega a
la fusión del metal, aportando al mismo tiempo metal nuevo de la misma composición.
Se emplea hoy día, en general, la llama oxi-acetilínica (oxígeno y acetileno).
Hace más de 30 años que se propuso emplear electricidad para la soldadura
autógena de metales. Durante muchos años quedó el procedimiento poco extendido
y limitado a trabajos especiales: fabricación de eslabones, utensilios en
palastros, etc.
La guerra
europea la ha desarrollado de tal modo, que podría decirse que la soldadura
eléctrica es hija de ella. El sistema consiste en formar un arco voltaico entre
un elemento especial y la pieza a soldar. Se necesita una corriente eléctrica
de baja tensión, de 25 a 35 volts, y como por lo general no se dispone de ella,
en la industria, se instala un grupo dínamo-motor. El motor funciona con la
corriente al voltaje ordinario, que en los tranvías es de 500 a 550 volts y
hace girar un dínamo acoplado al mismo eje que genera corriente a la baja
tensión deseada. En cambio, la intensidad de la corriente es muy grande, aunque
adecuada al diámetro de los electrodos y proporcionada a la potencia del arco
que se desea obtener.
Estos
grupos de motor y dínamo pueden ser fijos o movibles. Para los trabajos de
reparación de la vía, el Anglo utiliza equipos móviles colocados en carritos
especiales que se trasladan a cualquier punto de la ciudad y que no
obstaculizan mayormente la circulación del tráfico. Una simple pérdiga colgada
al hilo troley, permite captar la corriente de 500 volts y poner en marcha los
aparatos. En las instalaciones fijas, cada grupo se coloca en un lugar adecuado,
próximo al sitio de trabajo.
Un cable
flexible, bien aislado, une el polo positivo del dínamo a una pieza especial en
cuya extremidad se ajusta una barrita cilíndrica (electrodo). El otro polo se
fija, sea a la mesa de soldadura, si se trata de pequeños objetos, sea al
soporte que sostiene las piezas a
soldar, sea a la pieza misma.
Obreros del Anglo haciendo reparaciones de vía con soldadura eléctrica. Se pueden ver los carritos que llevan los aparatos y la careta protectora del obrero.
Las
conexiones deben ser bien aseguradas para evitar aumentos de resistencias y
calentamientos de las uniones. El obrero debe trabajar protegido con un
delantal de cuero o amianto con guantes y, para resguardar la cabeza, dispone
de una careta con vidrios coloreados a través de los cuales puede ver el
trabajo que hace, evitando la acción de los rayos ultravioletas y el efecto
enceguecedor del arco. Mientras sostiene con una mano la careta, con la otra
aproxima el electrodo a la pieza para excitar, o sea provocar la formación del
arco; su atención se concentra después en sostener con mano firme el electrodo
y mantener el arco. El metal de la pieza funde y funde también el del electrodo
que se une íntimamente al anterior y rellena el sitio destinado a la soldadura:
esta se hace, pues, casi instantáneamente en cada punto.
A medida
que se realiza la soldadura, se avanza el electrodo sobre la línea de soldar.
El metal del electrodo puede ser el mismo del de la pieza o de mejor calidad
para asegurar una mayor resistencia, constituyendo su fabricación toda una
técnica especial que día a día se perfecciona.
Pero no
es solamente en la unión de piezas que tiene importancia la soldadura
eléctrica. El aporte de metal que se hace, permite rellenar toda clase de
piezas gastadas y volverlas a poner en buenas condiciones. Existen infinidad de
piezas importantes que se adelgazan por el roce continuo, cuyos agujeros se agrandan,
impidiendo el ajuste perfecto de los tornillos, etc. Mientras hasta hace poco no se aplicaban unos
procedimientos ocasionales e imperfectos para evitar las consecuencias del uso
y no tener que arrojar por inútiles cosas de gran valor, hoy día se agrega
metal de electrodo, donde es necesario, sometiendo luego la pieza al torno,
cepillo, etc. para eliminar las irregulares formas y asperezas de la soldadura,
la que queda así como nueva por largo tiempo.
Es por
esto, que el Anglo extiende más y más las aplicaciones de la soldadura eléctrica en toda su red y en
la conservación del material rodante, cuyo buen estado es bien conocido y
apreciado por el público de Buenos Aires.
Revista "El Riel Porteño" publicada por el Anglo Argentino; de factura bastante simple en sus inicios, fue mejorando su edición con los años. Bien podría haber sido nuestra "Brill Magazine" con temas puramente tranviarios, pero su temática era la vida social de Buenos Aires y algún otro lugar del país como Mar del Plata.
Marcelo Pablo Scévola (transcripción)
Fuente: revista El Riel Porteño (colección del autor)
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